Alberto Molpeceres siempre ha sabido que quería dedicar su vida al mundo de la informática y de las matemáticas. Ahora, pasados los 40 años, no solo tiene experiencia en el mundo del desarrollo sino también en el emprendedor. De la conjunción de ambos han nacido varias empresas a su cargo y una enseñanza que mostró en la TarugoConf de David Bonilla. Explica a Katade que, nada más iniciarse en el sector del código, le picó el gusanillo de empezar algún proyecto propio, lo que fue alimentado con un MBA por el camino. “Casi por accidente monté mi propia empresa y ya voy por la tercera, que es Besepa”, añade.
¿Nunca has pensado en dedicar tu vida a otra cosa?
Pasé de querer ser futbolista con ocho o nueve años a querer ser informático. No hay mucho más. Sí que es cierto que cuando acabé el instituto comencé matemáticas porque siempre me gustaron mucho y sacaba buenas notas. Después me decanté por la informática. De hecho, recuerdo que ya, con 11 años, sabía que iba a ser informático.
Has sido fundador de varios proyectos, ¿cómo comenzaste?
JavaHispano era una web para programadores. La monté al poco de empezar a trabajar profesionalmente, porque me gustaba compartir las cosas que hacía en el día a día con otra gente, con otros desarrolladores. Tenía esa necesidad. Estuve implicado en ella hasta principios del 2005, junto a una comunidad que creció bastante, incluso llegamos a realizar dos congresos a nivel nacional con alrededor de 500 personas de participación. Esa época fue bastante interesante para mí y muy importante porque me permitió conocer a muchísima gente. Todo lo que se habla del networking ahora, yo lo viví en ese momento.
¿Las siguientes iniciativas fueron tan gratificantes?
Bueno, también fundé la empresa Linking Paths y el proyecto StageHQ. Tenía la idea de crear un producto y gestionar conocimiento junto a una empresa del mundo de la consultora. Cuando llevaba una semana con la compañía montada y estábamos empezando a trabajar, los dos socios del otro proyecto que trabajaba con nosotros se pelearon. Me encontré en la situación de tener una empresa y no saber muy bien qué hacer con ella. Gracias a todos los contactos que había hecho anteriormente me llegaron muchos encargos de programación y formación. Ahí se produjo el nexo de unión entre ambos ámbitos e hice un MBA.
¿Supuso un cambio de rumbo en tu carrera?
Bueno, me abrió las puertas y la visión a muchas otras áreas de gestión en una empresa. Me sirvió para ver de forma más conjunta, para tener una predisposición de crear productos en vez de venderlos. Ahí es donde nace Stage, una herramienta que servía para que organizadores de eventos pudiesen vender entradas. Digamos que no nos iba mal, teníamos clientes desde Nueva Zelanda hasta San Francisco pasando por Asia, Europa, etc. En un momento dado, cometimos errores de gestión, pasaron una serie de cosas, empezamos a dejar de crecer, y desde hace unos años ya no estoy ligado a ellos. Después de pasar ocho años gestionando algo, llega un punto en el que necesitas un cambio porque tus intereses han evolucionado.
Cuando dejé Linking Paths me llamaron de una pasarela de pago para hacer de Product Manager. Ahí es cuando me metí en todo lo que es la gestión y en el mundo de los medios de pago. Y de ahí sale BESEPA, en lo que estoy ahora. Todo tiene un sentido, ha ido sucediendo como tenía que suceder, está enlazado.
¿Combinas tu lado de informático con el de CEO?
Con el tiempo me he ido alejando del lado de la informática. Cuando eso ocurre, a veces te cuesta más volver, al menos a mí me pasa, no te mantienes tan al día y tienes menos confianza en ti mismo. Sin embargo, en estas últimas fases, sí que he tenido momentos en los que me he tenido que reconciliar, por decirlo de alguna forma, con la programación. Cuando mi socio Gonzalo y yo empezamos a trabajar en BESEPA, me tocó volver a programar. Ese es el punto en el que te reconcilias y dices: “esto todavía me gusta mucho”. Como definición de mí, te diría que soy Product Manager con esa visión enfocada al producto, a mirar los detalles, a verlo todo en visión conjunta.
Tu charla en TarugoConf hablaba sobre conciliar trabajo y familia, ¿por qué lo decidiste?
La verdad es que cuando David me invitó a dar la charla me dio libertad de escoger tema, porque tenemos una broma a medias con su lista de correos, siempre dice eso de “lo que diga Molpe”. Le estuve dando vueltas, sabía de qué iban a hablar algunos ponentes… Podría haber hablado sobre comparativas en la forma de financiarse, pero tal vez hubiera quedado algo anecdótico según mi caso personal. Como era un evento donde había emprendedores, quise explicar que llega un momento en la vida en que tienes 40 años y buscas otras cosas. Cuando ves chavales de 20 años hay que explicarles que, cuando montas una empresa, tienes que dedicarle muchas horas. En la vida hay más cosas, cada uno decidirá qué es lo más importante para él. En mi caso, debe haber un equilibrio entre todo: lo personal y profesional, la empresa y la familia.
¿Crees que este tipo de eventos son muy necesarios?
En el caso de David, no soy completamente imparcial porque es muy amigo mío desde hace muchos años, le quiero un montón y el evento salió espectacular. Se notaba que había cariño por todas partes, el público estaba entregado, venía a pasarlo bien, a conocer a gente, a disfrutar y a aprender. Por lo general, creo que a veces hay un exceso de eventos, aunque al final depende del interés de cada uno. Yo voy a los que considero interesantes para mí o que pueden aportar algo. Cuando estás programando o emprendiendo, la experiencia que te cuenten los demás es muy importante y estos encuentros te permiten ampliar tu red de conocimiento.
¿Qué cosas no volverías a repetir en tu vida laboral?
Llevo 18 años en el mundo profesional. Quizás, cuando era más joven, quería hacer las cosas mucho más rápido y saltarme etapas. Ahora veo las cosas de otra manera, aunque no me quejo porque con todo lo que he hecho he ido aprendiendo. Además, con 26 años me pusieron más de veinte personas a mi cargo y, ahora que lo veo con cierta perspectiva, entiendo que no estaba preparado para ello. Todo esto me ayudó a aprender mucho de otras cosas y, posiblemente, por eso he llegado donde estoy ahora. Estoy contento, no me puedo quejar. Mi primera fase profesional fue de compartir, la segunda de experimentar, la tercera un poco más retraída. Ahora estoy seguramente en el mejor momento profesional.
¿Qué consejos les darías a esos jóvenes que deciden montar su propia empresa?
Si a ellos realmente les motiva, creen que pueden hacer algo y tienen la idea de hacerlo con un objetivo, les diría que adelante, que lo hagan. Sin embargo, hay dos cosas que son muy importantes y que hay a tener en cuenta. La primera es que nada surge de un día para otro. Tienen que tener paciencia, no pueden decir que en tres o seis meses tienen que saber si la idea va a funcionar o no. Un proyecto requiere su tiempo de maduración, de que ellos mismos maduren. Por otra parte, les diría que no se obcequen en su idea, que sean capaces de modularla y de decir: “vale, hasta aquí he llegado”. Además, si hacen algo es porque creen en ello y ven que tienen algo que aportar. Que no lo hagan solamente porque no encuentran trabajo, porque probablemente salga mal.